Y así empujó con el hocico la pálida estatua de jade más allá del borde del precipicio, delicadamente, y contempló como caía cientos de mteros y desaparecía en el mar tumultuoso. Entonces suspiró, porque la pequeña estatua del dragón había traido serenidad y paz a su cubil.
N. Gaiman. Los cazadores de sueños.
Ese libro es una maravilla.
ResponderEliminarMe lo tendré que leer ahora para comprender bien el post. XD
ResponderEliminarEs una novela gráfica, Helena, ya sabes: de esas que tienen muchas ilustraciones molonas. Y me encanta, claro ^^
Eliminar