-¡TÚ ME
HAS ROBADO MI QUESO!-
Con
estas fatídicas palabras empezó una de las escenas más curiosas que me han pasado en la vida. Veréis, yo siempre he sido un chico travieso.
Fundamentalmente bueno, pero travieso. De esos que jamás desobedecen, pero
cuidadito con no dejarle claro al 100% qué es exactamente lo que no tiene que desobedecer.
Os pongo un ejemplo:
-Deja
de jugar con el balón.-
-Vale.-
-¿No te
he dicho que dejes de jugar con el balón dentro de casa?-
-Sí,
pero es que esto es una pelota de tenis.-
Esta
conversación es 100% real de cuando tenía 7 años. Bueno, pues así podréis
comprender que, aunque mis padres sabían que yo era un buen chico, también
quedaba claro que mis límites morales estaban levemente difusos. Por eso,
cuando escuché aquella frase con mis padres al lado, se me cayó el alma a los
pies.
-Sí, sí:
tú. Te digo a ti, chaval. Tú me has robado mi queso.- Insistió apuntándome con
su dedo a escasos centímetros de mi cara.
Un adulto acusándome de algo tan grave. No
era posible. Los adultos son infalibles, saben más que nosotros los niños. Mi
padre nunca me creerá a mí, seguro que van a creerle a él antes que a mí.
Tierra trágame.
-¿Dónde
está mi queso?- volvió a preguntar el tenaz anciano.
-Yo no
le he robado nada a este señor, mami.- intenté defenderme.
-Sí, sí
que fuiste tú. Me acuerdo perfectamente. Estaba yo caminando con un queso de
bola bajo el brazo, cuando viniste por detrás, lo agarraste y saliste
corriendo. ¿Qué has hecho con mi queso?-
Me
gustaría explicar que mi madre es muy religiosa. No es de esas personas cetrinas
e intolerantes, en absoluto. Pero cree en Dios y en la iglesia católica, y de
pequeño me llevaba a confesarme un par de veces al año. Por eso, que delante de
mi madre un señor adulto hecho y derecho me acusara de robarle su queso, me
estaba matando por dentro. O sea, robar es el puto pecado más gordo al alcance de un niño de 8 años.
-Vámonos
de aquí, porfa.-insistí yo desesperado.
-¿Qué
has hecho con el queso de este señor, hijo?- ya está. Condenado. A mi alma inmortal no le va a pasar nada, pero
verás a mi cuerpo terrenal.
-Pero
que yo no he sidoooooo.-
-¿Cómo
que no? ¿Y entonces quién me ha robado mi queso? Seguro que te lo has comido ya.-
De
pequeño me encantaban los quesitos Babybel, ¿sabéis? Pero mis padres en vez de
comprármelos me compraban queso de bola, que se parece mucho y viene envuelto en la misma cera roja pero cuestan
mil veces menos. O sea, que además encantarme el queso de bola, mis padres tenían
claro que sabía identificarlo muy bien. No sabía cómo iba a salir de aquella.
-Pues
nada hijo, tendrás que pagarle su queso a este señor.-
-Pero
yo no tengo dinero, y además no he hecho nada.- Mi desesperación iba en
aumento.
-Pues
tendrás que irte a su casa a fregarle los platos.- Mi padre, que tiene un
sentido del humor finísimo.
-¡PERO
QUE YO NO HE SIDO!- Ya he dicho en alguna ocasión anterior que soy una persona
con mucha flema y bastante calmado. Pues bien, en aquel momento tenía sobradas
razones para no serlo en absoluto. Y es que mi padre es una persona muy seria: una
vez le grité que le odiaba y que quería irme de casa, y acto seguido me cogió
en volandas, me sacó de casa y cerró la puerta conmigo fuera. No volví a
hacerlo, claro. Y ahora me estaba ofreciendo de lavaplatos a un adefesio
vejestorio.
-No,
no, déjalo. Pero la próxima vez que quieras comerte mi queso, sólo tienes que
pedírmelo.-
Al
parecer, yo fui el único que no sabía que se trataba de una broma. Y maldita la
gracia que me hizo a mí. En fin, que la cosa se quedó ahí por el momento.
Volví a
encontrármelo años más tarde, quizá 10. El tipo ahora era bastante anciano, y
se encontraba paseando por el parque. Me guiñó el ojo y me dijo:
-¿Tú no
me robaste mi queso?-
-Sí, y
estaba delicioso. Volvería a hacerlo si pudiera.- Ahora que ya me habían crecido
pelos en los innombrables también podía bromear un poquillo, ¿no?
-Claro
que sí, a los de tu calaña los conozco bien. -
Aún volví
a verlo una vez más, y consiguió sacarme una sonrisa de esas de las de verdad. El
señor seguía con su buen humor de siempre, y se encontraba atemorizando a otro
chiquillo cerca de Aluche:
-¡TÚ ME
HAS ROBADO MI QUESO!-
La
historia no termina ahí: años más tarde vi en algún lado que el señor de “Tú me
has robado mi queso” había muerto. ¿Sería
este señor realmente tan popular como para salir en algún periódico local?
Desde entonces he pregunto a mucha gente que vivieron de pequeños en Aluche y,
¿sabéis qué? Por lo menos he conocido a 3 personas que también fueron acusados
del inefable robo de un queso en algún momento de su infancia.