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¿Que vas a devolver el sofá? Pues me muero |
Voy a provocar un incendio este fin de semana.
Lo he decidido. Pero no uno metafórico como alguien podría estar creyendo, no: uno
muy real. Joder, si veis en las noticias que una tienda de muebles ha ardido
hasta los cimientos y encima luego ha caído un meteorito en el lugar de los
hechos, no lo dudéis: he sido yo.
Y todo se debe a que estoy durmiendo mal, joder, y esto no
es una cosa a la que yo esté acostumbrado. Si yo soy de los que duermen como un
bebé, de 8 a 47 horas diarias como mínimo y del tirón. Ni me levanto para ir al
baño. Un tronco soy. Tengo la conciencia tranquila y el alma pura, me merezco
dormir.
Todo empieza con que me he comprado un sofá. ESE sofá con el
que todos soñamos. El definitivo. El insuperable. El que hasta pega su color
con el de mi comedor y me hace la cena todos los días. Y además, no ha sido
respondiendo a un capricho, sino a una necesidad imperiosa: mi viejo sofá ya
necesitaba una jubilación, o cristiana sepultura, o algo, pero el caso es que
ya no servía.
Veréis, yo ODIO patearme 20 tiendas casi iguales en busca
del mueble perfecto. Me encantaría enviar a mi mayordomo que además es
ebanista, carpintero y experto en divanes cómodos a que me hiciera la dichosa
tarea, pero como soy un pelagatos, pues no me quedó más remedio que hacerlo yo
mismo.
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¿Te atreverías a devolver mi nueva cama? ¿Y si te hago tripitadas? |
Busqué. Y hallé. Y pagué para disgusto de mi Visa,
metiéndole un buen sablazo al
escueto saldo que me deja mi sueldo de risa. Era
tan emocionante... ¡por fin sofá nuevo! Pero negros y metafóricos nubarrones
amenazaban mi felicidad, sin yo saberlo. Porque los malditos de la tienda de
muebles
trajeron a mi casa un sofá que no era. Uno increíblemente más grande,
joder, una cría de cachalote hecha madera y tejido sintético aposentada en mi
comedor.
Los de la tienda, admitiendo su error, acordaron venir a
buscarlo 2 días después pero me advirtieron de que no podía usarlo y que tenía
que estar en perfecto estado. Y yo con dos gatos, la madre que parió a los de
la tienda del diablo. Mininos que, dicho sea de paso, se ponen ceñudos ante la
mera idea de devolver tan cómodo mueble nuevo.
JuanRa, ¿estás detrás de todo?
Procedí a poner en prácticas mi plan de emergencia para
estas situaciones: 3 colchas, 3 mantas, una bata, un forro polar, su maleta de
piel y su bikini de rayas: total y completamente forrado, los gatos no podrían
entretenerse en destrozar el sofá nuevo. Y a esperar a la recogida del dichoso
trasto.
Y ahí comenzaron mis problemas de sueño: cada pequeño ruido
que escuchaba por la noche me despertaba para levantarme corriendo y comprobar
que nada gatuno le estaba ocurriendo al sofá. Estoy comiendo y cenando en la
cocina para evitar cualquier riesgo de manchar el sofá por accidente. Es en lo último que pienso antes de dormirme y
lo primero al despertarme.
Los malditos faltaron a la primera cita concertada para
recoger el sofá el sábado pasado. Excusas. Me dieron otra cita. Hoy. Y han
vuelto a no venir a recoger el mamotreto de 3 metros que han instalado en mi salón.
Que tengo dos gatos y un sofá que no pueden tocar, joder. ¡Que no saben lo que
es eso!
Y por eso, o me recogen por cojones el sofá antes del
viernes, o no respondo de mí. Y por eso he comprado un bidón con gasoil y un
Zippo,
la cosa está así.