miércoles, 23 de diciembre de 2009

A lo largo de mi vida he conocido a mucha gente, pero solo a una persona que diga verdades tan grandes como mi padre: Laura. Puede que sea sociópata, pero a veces comprende todo mucho mejor que el resto del mundo. Puede que sea introvertida, pero a veces sabe más de todo el mundo incluso que ellos mismos. Puede que a veces se sienta sola y marginada, pero yo siempre voy a querer estar cerca suya.

A veces siento que nunca voy a poder decir esa frase tan típica que todos decimos cuándo queremos auto-complacernos: “Es que nadie me comprende”, porque por muy solo que me sienta, siempre me abriga el consuelo de que ella me entiende mejor que nadie.

Hace un rato una persona me ha mandado un mensaje diciéndome que ya no quiere que sigamos siendo amigos. Me ha tachado de falso, me ha echado en cara las veces en que no he estado ahí para ayudarle, y por último ha recalcado todo el daño que le he hecho.

Al principio me asombré de lo indiferente que me resultaba todo eso. Pero después me sentí como cuándo se murió mi abuela. No creo que sepa explicarlo, pero aún así voy a intentarlo. Es un dolor muy profundo, y tan lejano que parece que no llego a sentirlo del todo. Después me sentí triste, pero lo que no me he sentido en ningún momento es culpable.

El cuerpo humano es probablemente el organismo más perfecto que existe, y como tal es sabio. La primera respuesta humana que me ha propuesto ante el dolor ha sido desahogarme. Echarle en cara todo lo que no me ha parecido nunca bien. Sin embargo, la parte mas autista de mi, ha descartado ese comportamiento. Una de las cosas que me caracterizan es no hacer nada si no salgo ganando, y de ahí que haya evitado comportarme así. Después mi cuerpo me ha propuesto otra respuesta humana: el sentimentalismo. Llamarle, decirle que lo siento, y pedirle explicaciones. Tratar de arreglarlo. Es una actitud que en seguida he rechazado. Como ya dije antes, no me sentía culpable como para hacer eso.

A lo largo de las veces que me han golpeado los acontecimientos de mi vida he aprendido que es imposible modificar el mundo conforme a mi modo de ver. Lo mejor es adaptarme lo antes posible a esos acontecimientos para encontrar la mejor manera de comportarme y salir lo mejor parado posible.

Aún no he decidido cómo reaccionar, pero ya me he hecho a la idea de que esa persona me ha echado de su vida. Mientras decido cuál es la manera mas sabia de actuar, posiblemente haré lo que acabo haciendo siempre: nada. Es muy habitual en mí que, por querer hacerlo todo lo mejor posible, termine no haciendo nada.

Por ahora, y ya que no voy a llamar a esa persona para decírselo, escribiré para ella unas cuantas líneas aquí: Una de mis mayores virtudes, y que desde que se apreciarla he comprendido lo rara que es entre nuestra especie, es ser capaz de ponerme en el lugar del otro a la hora de afrontar un problema con alguien. Es por eso que entiendo lo que has hecho aunque no lo apruebe. No estoy de acuerdo con todo lo que me has dicho, pero eso ya no importa. No te voy a guardar rencor pues nunca me has hecho daño, y aunque no te lo creas, espero que te vaya todo bien de ahora en adelante.

Es posible que alguien que lea esto piense que me he comportado como un capullo y un cínico.

“Cuándo llegué a casa me miré en el espejo y comprobé que me había apretado tanto las gafas de sol, que me habían dejado marcas cerca de la nariz. Quedan bien ahí, pensé, justo encima de las bolsas de mis ojeras.”

martes, 1 de diciembre de 2009

¿Sabeis que es algo que odio sinceramente?. Esa gente que en el Mc Donald´s o en algún otro establecimiento de comida basura, al sentirse observados, se encogen, agachan las orejas, y evitan la mirada. Y entonces tu te das cuenta del porqué: reaccionan así porque se sienten culpables de estar allí. Porque saben que no deberían estar allí.

Todo el mundo puede hablar por la boca pequeña y decir que si la comida basura es mala para la salud, y que si sabe mal y cosas del estilo. Pero a la hora de la verdad, no todo el mundo es capaz de ser consecuente con sus palabras. La comida basura sabe bien. Está muy rica y es barata. Ese es su atractivo. Incluso creo que puede ser adictiva. No entiendo porqué esto que digo, que todos lo sabemos, es una verdad tan incómoda. Naturalmente habrá gente a la que realmente le sepa fatal. Habrá gente que realmente odie esos locales. Sin embargo, cada vez hay mas. Si proliferan como hongos, es que la gente cada vez es más asidua.

La última vez que estaba en un sitio así vi a un gordo enorme devorar sus hamburguesas sin compasión. Y al notar que le estaba mirando, me evitó. Seguro que ese tio le cuenta a su familia que está a dieta, pensé en ese momento.

jueves, 22 de octubre de 2009

Normalmente soy una persona muy sociable. Caigo bien a prácticamente todo el mundo, y creo que eso se debe a que se adaptarme a ellos y a que procuro hacer que la gente se sienta cómoda. En su momento, alguien consideró que eso solo podía significar que yo soy un falso. Esa debe ser una de las personas a las que no caigo bien, pues no he vuelto a dirigirle la palabra.

Y ayer me sentía social. Me encontraba charlando en un corrillo con mis compañeros de trabajo y hablábamos sobre un problema concreto que tengo con un jefe. Y ese pelele de jefe que se siente tan superior a nosotros como para no dirigirnos la palabra salvo para regañarnos, y que nunca jamás baja de su despacho, como no podía ser de otra forma, apareció ante nosotros.

Se acercó y pasó a nuestro lado, y mientras todos se volvían para saludarle, ante la atónita mirada de mis compañeros yo me volví lo mas enérgicamente que pude, y con el odio mas sincero, le clavé una navaja en el cuello, lo más profundo que fui capaz. En su cara solo podía verse dibujados unos ojos abiertos de par en par que reflejaban sorpresa e incredulidad. No pensé jamás que te atreverías a llegar tan lejos, me decían.

Alzó la vista cuando se encontraba cerca de nosotros, y entonces mis ojos y los suyos se encontraron durante una fracción de segundo. Entonces, premeditadamente, cambió de rumbo para no tener que cruzarse conmigo. Lo supe en cuanto vi sus ojos. Y entonces un compañero que se había dado cuenta del asunto, soltó una carcajada, y continuamos hablando tranquilamente y bromeando sobre nuestro jefe y su falta de agallas.

lunes, 31 de agosto de 2009

El otro día recordé la anécodata con la que mi profesor de filosofía logró ganarse mi respeto y admiración, si bien no consiguió que me interesase su asignatura. Pero bueno eso es otra historia y será contada en otra ocasión.

El caso es que en medio de clase, siempre le gustaba (y nosotros los agradecíamos, pues sus clases eran espesas y aburridas) ponerse a divagar y hablarnos de cosas que no tenían nada que ver con la materia. Y aquel día recordó un estudio que había leido en nosedonde, en el que se demostraba que cuanto mas inteligente era una persona, mas perfectas eran las circunferencías que podía dibujar.

Como no, los malotillos, payasos, y demás escoria de la clase profirieron en risotadas y burlas, interrumpiéndole. No podían imaginarse que estaban firmando su sentencia de muerte cerebral.

Mi profesor de filosofía reaccionó de la siguiente manera: les hizo salir a la pizarra a cuatro o cinco de ellos, para que dibujaran una circunferencia en encerado. El resultado fueron cuatro o cinco pateticos huevos de pato, siendo esta la crítica mas suave que se les puede hacer.

Tras ello, les mandó que se sentaran, borró la pizarra, y acto seguido dibujó una circunferencia tan enorme y tan perfecta, que nadie volvió a interrumpirle ese día en clase. Yo aún me rio cuando recuerdo como mirabamos a los cuatro o cinco campeones que había elegido para sacar a la pizarra.

Ya se que no significa nada, pero me apetece mencionar que mi profesor de filosofía tiene cuatro carreras: Filosofía, Latín, Griego, e Historia.

lunes, 29 de junio de 2009

El otro día, mirando tranquilamente ropa con mi novia en un H&M me terminé de convencer, resignado, de que cada vez me cuesta mas comprarme unos pantalones vaqueros. De verdad, los que los diseñan deben estar locos.

Lo que yo quiero son un par de pantalones vaqueros, azules o grises, normales. Ni muy anchos ni muy estrechos.

Lo que yo me encuentro son miles de modelos distintos, todos llenos de lo que a mi entender son defectos de fábrica. Me voy a intentar explicar. Podemos encontrar pantalones con efecto desteñido (ahora puedes estrenarlos de manera que parezca que llevas un año usándolos sin parar, al módico precio de 24,95E), pantalones con roturas, algo muy moderno, pero chabacano a más no poder (de hecho en algunos modelos las roturas han sido efectuadas a drede justo debajo del bolsillo, de manera que podemos encontrarnos ejemplares de seres humanos a los que se les ven los bolsillos a través de un roto del pantalón, qué elegancia). Luego está un modelo concreto que odio especialmente: el modelo pantalón con efecto "arrugas permanentes". Si, si no me lo estoy inventando. Ahora te venden pantalones que tienen arrugas que no se van ni planchando. Observé además que solo tienen arrugas en alguna zona muy concreta, como por ejemplo en los muslos (intenté descubrir con todos los medios a mi alcance el criterio que usan para elegir qué zonas deberían estar arrugadas para conseguir el pantalón óptimo, pero no hubo manera, posiblemente las elijan al azar).

En vista de todo esto, elaboré una teoría conspiratoria posiblemente verídica: Los dueños de las marcas caras y famosas son los mismos que los que poseen las marcas pequeñas, y mientras que con las marcas famosas hacen pantalones utilizables a precio desorbitado, con las marcas pequeñas solo fabrican pantalones que detesto para obligarme a comprar marcas caras. Menos mal que apareció Laura para romper mis cavilaciones, porque a ese ritmo hubiera terminado quemando la tienda.

sábado, 23 de mayo de 2009

Eran las 12:30 de esta mañana y yo sin saber que hacer. No debe haber nada mas horrible que sentir que estas perdiendo el tiempo un sabado, y por eso, y sin que sirva de precedente, decidí salir a dar un paseo, sin rumbo fijo. Y he aqui que mis pasos me llevaron hacia el metro de "Empalme". Había estado lloviendo la noche anterior, y como consecuencia las calles estaban llenas de charcos. Por eso mismo una persona normal tendría que caminar con cuidado para no mojarse, sin embargo, a mi no me importaba. Ahí me teneis, 22 años y pisando charcos como un niño cualquiera para divertirse. Pero no los pisaba por puro afán de diversion: no. Apesar de que cualquiera que lea esto me tiznará de loco, lo confieso: A veces ando mirando los adoquines y procurando no pisar ninguna linea. Y si no pisar ninguna linea significa meter el pié de lleno en un charco, no es mi culpa. las reglas son las reglas.

Caminaba, como decía, por las cercanías de "Empalme" cuando un niñato de unos 17 años que montaba un patinete me obligó a esquivarlo y a pisar las lineas de los adoquines. El niñato no sabía lo que acababa de hacer. Con el ceño fruncido y una actitud completamente despreocupada saqué mi pistola (no una de esas enormes de las películas americanas, sino una pequeña pistola con silenciador, al estilo de los sicarios como "León") y le disparé 4 tiros casi insonoros en la espalda. El niñato en cuestión cayó muerto inmediatamente, y yo me limité a observar como la sangre roja, muy roja, manaba de sus 4 pequeños agujeros. Le lancé la peor mirada de odio que pude, y proseguí con mi camino, esta vez ignorando las lineas de los adoquines. Tan solo deseaba que el niñato tropezara con un bordillo y perdiera todos sus dientes.

jueves, 12 de marzo de 2009

El 7 de mayo de 1937 la ciudad de Nueva York presenció la más sensacional caza de un hombre jamás conocida en esta metrópoli. Al cabo de muchas semanas de persecución, "Dos Pistolas" Crowley -el asesino, el pistolero que no bebía ni fumaba- se vio sorprendido, atrapado en el departamento de su novia, en la Avenida West End.
Ciento cincuenta agentes de policía y pesquisas pusieron sitio a su escondite del último piso. Agujereando el techo, trataron de obligar a Crowley, el "matador de vigilantes", a que saliera de allí, por efectos del gas lacrimógeno. Luego montaron ametralladoras en los edificios vecinos, y durante más de una hora aquel barrio, uno de los más lujosos de Nueva York, reverberó con el estampido de los tiros de pistola y el tableteo de las ametralladoras. Crowley, agazapado tras un sillón bien acolchado, disparaba incesantemente contra la policía. Diez mil curiosos presenciaron la batalla. Nada parecido se había visto jamás en las aceras de Nueva York.
Cuando Crowley fue finalmente capturado, el jefe de Policía Mulrooney declaró que el famoso delincuente era uno de los criminales más peligrosos de la historia de Nueva York. "Es capaz de matar -dijo- por cualquier motivo."
Pero, ¿qué pensaba "Dos Pistolas" Crowley de sí mismo? Lo sabemos, porque mientras la policía hacía fuego graneado contra su departamento, escribió una carta di­rigida: "A quien corresponda". Y al escribir, la sangre que manaba de sus heridas dejó un rastro escarlata en el papel. En esa carta expresó Crowley: "Tengo bajo la ropa un corazón fatigado, un corazón bueno: un corazón que a nadie haría daño".
Poco tiempo antes Crowley había estado dedicado a abrazar a una mujer en su automóvil, en un camino de campo, en Long Island. De pronto un agente de policía se acercó al coche y dijo: "Quiero ver su licencia".
Sin pronunciar palabra, Crowley sacó su pistola y acalló para siempre al vigilante con una lluvia de plomo. Cuando el agente cayó, Crowley saltó del automóvil, empuñó el revólver de la víctima y disparó otra bala en el cuerpo tendido. Y este es el asesino que dijo: "Tengo bajo la ropa un corazón fatigado, un corazón bueno: un corazón que a nadie haría daño".

Crowley fue condenado a la silla eléctrica. Cuando llegó a la cámara fatal en Sing Sing no declaró, por cierto: "Esto es lo que me pasa por asesino". No. Dijo: "Esto es lo que me pasa por defenderme".
La moraleja de este relato es: "Dos Pistolas" Crowley no se echaba la culpa de nada.
¿Es esta una actitud extraordinaria entre criminales? Si así le parece, escuche lo siguiente:
"He pasado los mejores años de la vida dando a los demás placeres ligeros, ayudándoles a pasar buenos ratos, y todo lo que recibo son insultos, la existencia de un hombre perseguido."
Quien así habla es Al Capone. Sí, el mismo que fue Enemigo Público Número Uno, el más siniestro de los jefes de bandas criminales de Chicago. Capone no se culpa de nada. Se considera, en cambio, un benefactor público: un benefactor público incomprendido a quien nadie apreció.
Y lo mismo pensaba Dutch Schultz antes de morir por las balas de otros pistoleros en Newark. Dutch Schultz, uno de los más famosos criminales de Nueva York, aseguró en una entrevista para un diario que él era un benefactor público. Y lo creía.

(Dale Carnegie)

Sigo encontrando los relatos sobre asesinos francamente interesantes.

domingo, 18 de enero de 2009

Los lugares que no he visitado es mentira que existan.
Los semáforos en rojo son para la masa, no para mí.
La gente de la calle son extras de mi película.
Sólo dicen chorradas, los pobres no rigen ¿qué van a decir?

Y es que el mundo no es como es, el mundo es como yo digo que es.
El mundo no es como es, el mundo es como yo digo que es.
A la mierda todos los que no son yo.
A la mierda todos los que no son yo.
A la mierda todos los que no son yo.
Y yo no quiero saber nada de nada de nada de nadie. No, no, no.
Yo no quiero saber nada de nada de nada de nadie.
¡Enfermera, me he vuelto a cagar encima!

Los errores de la gente merecen pena de muerte.
Yo no cometo ninguno, si acaso algún desliz.
Tu sobaco ruge, el mío sólo transpira.
Tus pedos son armas químicas, los míos parfum pour homme.

Y es que el mundo no es como es, el mundo es como yo digo que es.
El mundo no es como es, el mundo es como yo digo que es.
A la mierda todos los que no son yo.
A la mierda todos los que no son yo.
A la mierda todos los que no son yo.
Y yo no quiero saber nada de nada de nada de nadie. No, no, no.
Yo no quiero saber nada de nada de nada de nadie.
¡Enfermera, me he vuelto a cagar encima!

Y todo aquel que no haya nacido en mi pueblo
está de sobra, así que ¡fuera! ¡largo de aquí!
Y no digamos de aquellos que piensen distinto:
el fin justifica los medios, siempre que sea mi fin.

Y es que el mundo no es como es, el mundo es como yo digo que es.
El mundo no es como es, el mundo es como yo digo que es.
A la horca todos los que no son yo.
A la horca todos los que no son yo.
A la horca todos los que no son yo.
Y yo no quiero saber nada de nada de nada de nadie. No, no, no.
Yo no quiero saber nada de nada de nada de nadie.
¡Enfermera, me he vuelto a jiñar encima!

Creo que ya estaba siendo el momento preciso para explicar de dónde viene el nombre de mi blog. Tampoco es que lo lea nadie, asique a nadie le importa, pero asi actualizo. Un consejo: Comer lays a la vinagreta. Egoismo las define perfectamente como "míticas"