lunes, 20 de septiembre de 2010



Desde que empecé en esto de los blogs y las publicaciones en internet me he fijado en que muchas de las entradas que he leído tienen que ver con asuntos que nadie comentaría en voz alta o que simplemente no son fáciles de decirle a alguien.

Esta reflexión, que aunque breve creo que es acertada, me ha llevado a lo siguiente: voy a escribir un post solo con cosas que me gustan.

Me gusta cenar en algún restaurante conocido, disfrutar de la viñeta diaria de “Garfield” o leer los mangas nuevos que salen cada jueves. Necesito tanto como respirar oír música cuando el cuerpo me lo pide, o ver una película cuando me apetece verla. Me siento como un niño pequeño cuando voy al cine a ver un estreno que esperaba desde hacía tiempo. Me encanta dar rienda suelta a mis manías, esos pequeños detalles que suelo ocultar al resto y que, en algunas ocasiones, intento disimular. Me estremezco con esa sensación de satisfacción personal que se me queda cuando consigo solucionar un puzle, un acertijo o un crucigrama. Me relaja terminar un asunto incómodo que lleve tiempo intentando solucionar. Me encanta dormirme abrazado a mi chica, muy juntitos. Adoro la emoción de escuchar un nuevo CD de “Mamá ladilla” o la de leer por fin ese libro cuya publicación esperaba con ansia. Me suben escalofríos por la nuca cuando me ahogo de calor y por fin baja por mi garganta el primer trago de cerveza helada. Se me ponen los pelos de punta al darme una buena ducha después de haber estado un rato largo corriendo.

Y naturalmente, también siento esa alegría onanista cuando alguien me escribe un comentario en un post :)

martes, 7 de septiembre de 2010

Tú, en cuyas venas laten alatristes
a quienes ennoblece tu cuchilla,
mientras te queda vida por vivilla,
a cualquier enemigo te resistes.

De un tercio viejo la casaca vistes,
vive Dios que la vestís sin mancilla,
que si alguien hay que no pueda sufrilla,
ese eres tú, que de honra te revistes.

Capitán valeroso en la jornada,
sangrienta, y en la paz pundonoroso
en cuyo pecho alienta tanto fuego.

No perdonas jamás bravuconada,
y empeñada tu fe, eres tan puntoso,
que no te desdirás, aun siendo Diego.


Esto es un soneto que se le atribuye a Quevedo, y que me apetecía copiar aquí. Es lo que tienen los blogs, que cada uno se lo folla como quiera.