lunes, 31 de agosto de 2009

El otro día recordé la anécodata con la que mi profesor de filosofía logró ganarse mi respeto y admiración, si bien no consiguió que me interesase su asignatura. Pero bueno eso es otra historia y será contada en otra ocasión.El caso es que en medio de clase, siempre le gustaba (y nosotros los agradecíamos, pues sus clases eran espesas y aburridas) ponerse a divagar...
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