miércoles, 30 de mayo de 2012

Por más que la aparto, es la tercera vez en cinco días que golpeo la maravillosa caja de Ikea con el dedo meñique del pié al despertarme. Empiezo a creer que tiene vida propia,  se mueve, y me odia.

No consigo quitarme de la cabeza las sospechas de que está empezando a crecer.

martes, 29 de mayo de 2012


El otro día compré un mueble fantástico en Ikea. De momento queda precioso en el comedor, justo al lado de la tele, aunque estoy pensando que quizá debería moverlo cuando lo haya montado.

sábado, 19 de mayo de 2012




¿Quién sabe? Quizá la razón por la que no me gusta mucho conducir sea que desde hace meses que solamente utilizo el coche para llevar a Laura a algún sitio al que no pueda ir en metro, o para llevarte a ti a trabajar cuándo te quedas dormido y necesitas desesperadamente llegar a tu hora para que no te echen la bronca en el trabajo. ¿Quién sabe?

Y quizá cada  vez que te esté haciendo el favor de llevarte para evitarte una reprimenda, yo esté sacrificándome porque no entra dentro de mis planes gastarme más dinero en gasolina para que tú te quedes en la cama un ratito más. Quizá. 

Así que tal vez, y digo sólo tal vez, podrías tener la tremenda delicadeza de guardarte tus comentarios jocosos sobre mi manera “inexperta” de conducir, o tus fanfarronerías sobre lo bien que lo haces tú porque lo mismo te toca hacer el resto del camino en taxi.  Y de paso podrías recordar que tengo todos los permisos de conducir, y que lo mismo conduzco como conduzco por algún motivo en particular.

Igual resulta que no soy tan tonto como debes creerte, y que sé de sobra que desde que descubriste que te hago el favor de llevarte cada vez que me lo pides, vas en coche el doble o el triple que antes al trabajo. Ya sabes a qué me refiero: ese jefe cabrón que te pide que llegues antes, las sábanas que se te pegan, la impropicia alineación de los astros, etc.

Les das la mano, y se cogen el brazo, la pierna, venden tus higadillos en el mercado negro de órganos, y se hacen un tupé con tu lustrosa melena.

jueves, 19 de abril de 2012

Os voy a contar la triste historia de mi vida en lo que a telefonía móvil se refiere.  Todo empezó una calurosa tarde otoñal a los 14 años, con el mismo número que tengo hoy en día (movistar) y con un maravilloso aparato cuadrado que pesaba aproximadamente una tonelada y media, así a ojo.
Empecé a trabajar (como todos ya sabréis) en la industria del transporte a los 10 años, y me pasé, aún con movistar, a una cómoda tarifa de contrato. Pasé de pagar 5 euros al mes a 40, y aún no me explico muy bien cómo, la verdad.
Y hoy con 25 años, es decir 11 años después, sigo con movistar con el mismo puto número. Por no decir que en mi casa tengo el fijo e internet con telefónica, claro. Total, que calculo que a lo largo de mi vida me habré dejado entre 1500 – 2000 euros en la susodicha compañía. Total, que se me está estropeando el teléfono, así que les llamo para pedirles uno nuevo, y naturalmente, todo son facilidades, ventajas, caprichos, y masajes para el consumidor fiel.

-Hola, buenas tardes, llamaba porque se me está estropeando el terminal móvil que tengo, y necesito que me proporcionéis uno nuevo.

-Si mire, en este momento nuestra compañía no ofrece teléfonos gratis, pero le puedo proponer una cómoda financiación.

-No, verá, es que no pienso pagar ni un duro por el teléfono.

-Pues lamento decirle que yo no….

-Mire, a mi no me venga con milongas. Llevo 11 años en la compañía, y actualmente pago 80 euros al mes entre el móvil, el fijo, e internet. Me merezco que me regaléis un puñetero teléfono para que siga consumiendo como hasta ahora. (Esta frase fue literal)

-Verá la política de la compañía en estos momentos no me permite proporcionarle un terminal nuevo porque…

-Mire, no voy a pagar un duro. Como no me hayáis regalado un teléfono de los nuevos con internet y todo (estoy dispuesto a pagar también la tarifa plana) cuando me venza el contrato, me voy a Vodafone, o a Ono, o a la compañía rival que se venda mejor. Y si usted no me va a proporcionar un terminal, páseme con su supervisor, por favor.

-Bueno, veré que puedo hacer, un segundo señor Menganito.

-…

-Si disculpe, me informan de que puedo ofrecerle un terminal como premio a su fidelidad hacia nuestra compañía.

-Y a mis quejas, claro. Ya decía yo que valgo la pena como cliente.

-….

Malditos tarados desagradecidos hijos de una mona. Tengo que plantearme en serio tirar mi teléfono a la basura y no volver a usar móvil en la vida. Nunca. Jamás de los jamases. Y volver a ser feliz, cuando la gente no me llamaba 3 veces en la misma mañana para intentar que baje al bar a jugar a las cartas.

viernes, 30 de marzo de 2012


Si hay algo que puede agitar mis entrañas y conmoverme hasta el punto de sentirme a gusto con absolutamente todos los aspectos de mi vida, es ver que alguien me profesa en algún momento una lealtad férrea e inquebrantable hasta más no poder. Esa lealtad y ese coraje que lleva a un pastor alemán muy tenaz (y quizá algo pesado) a dejarse matar por proteger al amo.

Por eso, cuando el otro día saltaste como un chacal hambriento saltaría sobre su presa para herir a muerte a quién intentaba hacerme daño, me sentí bien. Me sentí vivo. Sentí como si todas y cada una de las decisiones que he tomado en mi vida hasta llegar a ese momento hubieran sido absolutamente acertadas.

Y por eso, desde mis vísceras agitadas, removidas, y enternecidas quiero darte las gracias. Porque eso que tú hiciste de manera altruista, defenderme del modo que sólo se ve en una loba defendiendo a sus cachorros, simplemente porque era lo que sentías que necesitabas hacer en ese momento, no es algo que me haya pasado a menudo. Pero desde luego es de lo mejor que me ha pasado nunca.