viernes, 30 de marzo de 2012
Loba parda
Si hay algo que puede agitar mis entrañas y conmoverme hasta el punto de sentirme a gusto con absolutamente todos los aspectos de mi vida, es ver que alguien me profesa en algún momento una lealtad férrea e inquebrantable hasta más no poder. Esa lealtad y ese coraje que lleva a un pastor alemán muy tenaz (y quizá algo pesado) a dejarse matar por proteger al amo.
Por eso, cuando el otro día saltaste como un chacal hambriento saltaría sobre su presa para herir a muerte a quién intentaba hacerme daño, me sentí bien. Me sentí vivo. Sentí como si todas y cada una de las decisiones que he tomado en mi vida hasta llegar a ese momento hubieran sido absolutamente acertadas.
Y por eso, desde mis vísceras agitadas, removidas, y enternecidas quiero darte las gracias. Porque eso que tú hiciste de manera altruista, defenderme del modo que sólo se ve en una loba defendiendo a sus cachorros, simplemente porque era lo que sentías que necesitabas hacer en ese momento, no es algo que me haya pasado a menudo. Pero desde luego es de lo mejor que me ha pasado nunca.
Desde los instintos, es la manera precisa de demostrar afecto. Seres viscerales e imperfectos.
ResponderEliminarNo esperaba una respuesta menos ególatra y narcisista por tu parte (me refiero al comentario que me dejaste en la entrada moñas que tanto te ha gustado).
ResponderEliminarEs curioso que cuando hablamos de lealtad practicamente todos los símiles sean con lobas, leones, animales en general...pero...¿dónde te has dejado a los ponys? Me duele.