lunes, 29 de junio de 2009

El otro día, mirando tranquilamente ropa con mi novia en un H&M me terminé de convencer, resignado, de que cada vez me cuesta mas comprarme unos pantalones vaqueros. De verdad, los que los diseñan deben estar locos.

Lo que yo quiero son un par de pantalones vaqueros, azules o grises, normales. Ni muy anchos ni muy estrechos.

Lo que yo me encuentro son miles de modelos distintos, todos llenos de lo que a mi entender son defectos de fábrica. Me voy a intentar explicar. Podemos encontrar pantalones con efecto desteñido (ahora puedes estrenarlos de manera que parezca que llevas un año usándolos sin parar, al módico precio de 24,95E), pantalones con roturas, algo muy moderno, pero chabacano a más no poder (de hecho en algunos modelos las roturas han sido efectuadas a drede justo debajo del bolsillo, de manera que podemos encontrarnos ejemplares de seres humanos a los que se les ven los bolsillos a través de un roto del pantalón, qué elegancia). Luego está un modelo concreto que odio especialmente: el modelo pantalón con efecto "arrugas permanentes". Si, si no me lo estoy inventando. Ahora te venden pantalones que tienen arrugas que no se van ni planchando. Observé además que solo tienen arrugas en alguna zona muy concreta, como por ejemplo en los muslos (intenté descubrir con todos los medios a mi alcance el criterio que usan para elegir qué zonas deberían estar arrugadas para conseguir el pantalón óptimo, pero no hubo manera, posiblemente las elijan al azar).

En vista de todo esto, elaboré una teoría conspiratoria posiblemente verídica: Los dueños de las marcas caras y famosas son los mismos que los que poseen las marcas pequeñas, y mientras que con las marcas famosas hacen pantalones utilizables a precio desorbitado, con las marcas pequeñas solo fabrican pantalones que detesto para obligarme a comprar marcas caras. Menos mal que apareció Laura para romper mis cavilaciones, porque a ese ritmo hubiera terminado quemando la tienda.