martes, 2 de junio de 2015
María de los ojos verdes
Aquel día yo había invitado a varias personas a cenar en mi
casa, un plan de adulto total. Me faltaban por comprar únicamente las bebidas,
así que salí corriendo al supermercado más cercano a proveerme correctamente de
cerveza. Y entonces la vi: joven, miserable y rebuscando en un contenedor de
basura muy cercano a mi casa.
Ya he comentado anteriormente que las grandes ciudades te
obligan a insensibilizarte contra los mendigos: aprendes a no verlos o a no
sentir lástima por ellos como medio de defensa. De lo contrario no podrías
pasear por el centro de Madrid sin dedicar hasta tu último céntimo en dar
limosnas. Y es que la situación en las grandes urbes es acuciante: desde que
sales de casa hasta que llegas a dónde quiera que vayas y pasando por el
transporte público te vas a encontrar con alguien que te de lástima, es un hecho.
Total, que pasé por delante de la chica que era algo más joven
que yo y que rebuscaba en la basura, y llegué al supermercado. Creo que fue a
la hora de pagar cuándo empecé a sentirme culpable: yo me estaba gastando cerca
de 30 euros en cerveza y a unos pocos metros de distancia había una chica que
rebuscaba en la basura. Antes de salir del super ya tenía claro que si la
volvía a ver la daría algo.
De camino a casa no la vi pero no pude parar de pensar en lo
repugnante que me sentía, así que metí
las cervezas en la nevera (no hay que olvidarse de lo verdaderamente
importante) y volví a bajar a la calle, a ver si la encontraba. Y no tardé
demasiado: estaba un poco más abajo, rebuscando en otro contenedor y ahora -pude
fijarme mejor- vi que buscaba ropa y que tenía los ojos verdes.
-Hola.-
-Hola.-
-Si me acompaña al supermercado puedo comprarle algo. ¿Le parece
bien?- ya os he contado antes que prefiero dar comida que limosna. Uno puede
verse golpeado por un ataque de solidaridad, pero eso no disipa la
desconfianza.
-Estaría encantada, ¿podría esperar un minuto por favor?- me
respondió algo apurada.
Y entonces me fijé: no se estaba llevando toda la ropa que
había encontrado, estaba seleccionándola. Joder,
me dije, la ofrezco llevarla a por comida
al super y no deja todo lo que tiene
entre manos para que vayamos antes de
que me arrepienta.
-¿Por qué no se la lleva toda?- soy un zorro. Curioso. Si no
pregunto, reviento.
-Hay mucha ropa que no me sirve, y podría necesitarla el
próximo que mire aquí. No quiero llevarme nada que no pueda usar.- me explicó
dándose toda la prisa que podía.
Y ahí me mató. Se me cayó el alma a los pies. Yo me había
gastado 30 euros en cerveza sin pensarlo si quiera, y ella estaba dejando ropa
vieja en un contenedor para otra persona que pudiera necesitarlo. Joder, puedo
ir al super y no comprar nada necesario, y otras personas que no tienen un duro
dejan ropa en los contenedores por si le hace falta al que venga detrás. Creo
que es de las veces que peor me he sentido en la vida. Un puto monstruo, no
creo que haga falta de verdad explicar todo lo mal que me vi en ese momento.
Ya de camino al super la de los ojos verdes se disculpó, me
dijo que no quería entrar, pero que me esperaría en la puerta. Me contó que
normalmente no la dejaban entrar en esos sitios y que no quería sufrir la
vergüenza de que la echasen yendo conmigo. Naturalmente, en ese momento yo
estaba dispuesto a moler a patadas al que no la dejase entrar, y así se lo hice
saber. Que te intenten echar, le
dije, si tienen huevos. Ella insistió
mucho, que gracias, pero que no hacía falta, que prefería esperarme en la
puerta.
Total, que le hice la compra y la recuerdo perfectamente: pollo,
garbanzos, lentejas, arroz, pasta, yogures, pan, fruta y chocolate. El
chocolate era para el hijo que me había contado que tenía mientras caminábamos
juntos. También me contó que podía cocinar, así que antes de entrar me había
asegurado de saber qué cosas le venían bien.
Cuando se la di nos despedimos: ella me dio un abrazo y dos
besos, y me dijo que se llamaba María. Siendo sincero conmigo mismo, creo que esperaba
que casi se pusiera a llorar de la emoción. Pero no hubo ni rastro, claro. Era
una chica más joven que yo, pero era una mujer hecha a vivir en la penuria. Y
así, con sus bolsas de la compra y su ropa vieja se marchó sin más preámbulos.
La volví a ver una vez más: ella caminaba por la calle y
creo que no se esperaba que la reconociera, o al menos que fingiera no haberla
visto. Hola María, la dije. Y ella me regaló una sonrisa y una mirada de
complicidad.
Creo que esta historia marca un antes y un después en mi
manera de ver a la gente que vive en la calle. Es una historia muy íntima para
mí y muy importante porque me recordó que no hace falta tener un Ferrari en el
garaje para ser de los ricos, y por suerte me ocurrió cuando yo tenía apenas 20 años y
empezaba a ganar dinero. Y si he elegido la icónica imagen de NG, es porque
maría me recordó en su momento un poco a esta chica. Con los ojos menos claros,
eso sí.
Más: anteriormente en Lafabulosagallinadegoma, La mafia de los mendigos (2)
Se nota que tienes más don de gentes que yo. A mi también me hace sentir mal cuando paso olímpicamente de la gente sin techo, pero tampoco me animo a entablar conversación con ellos porque temo que se lo tomen a mal o les moleste o qué-sé-yo.
ResponderEliminarLo que haría falta serían unos servicios sociales mejores, que averigüen quien necesita ayuda de verdad y se la proporcionen (sobre todo dándole un empleo, que es lo que realmente quiere la gente normal).
Pero, vamos, que espero que a Maria le haya servido tu ayuda. Y veo que tu red de informadores urbanos lleva tiempo tejiéndose. :P
Ya te digo, esta historia debe tener unos 8 años o asi.
EliminarTampoco te creas que yo me hago amiguito de todos los sin techo con los que me cruzo XD Es cuestiòn de verles todos los dias, o que me toquen una fibra, o qué se yo... pero si que debo de tener don de gentes, me lo dicen a menudo.
Pues yo ya he visto a genylte pidiendo con cartelitos de busco cualquier trabajo, asi que mira la razòn tan grande que llevas.
Ufff. Qué historia... Yo no suelo dar porque si le das a uno les tienes que dar a todos pero a veces hay gente que me da como buen rollo, por decirlo de alguna manera, y les doy algo. Y tengo que decir que en esas ocasiones siempre me he quedado con buen sabor de boca. Un besote.
ResponderEliminar¡Hola dueña de gatitos!
ResponderEliminarCreo que a todos nos pasa lo mismo, uno de mis fijos es un tipo que vende huesitos en el metro de Madrid. ¡Qué tio! casi siempre consigue endosarme alguno XD
¡Pasa un buen fin de semana!
Estas historias me destrozan por dentro. Me sobra empatía o humanidad, o vaya usted a saber. Es como el telediario, soy incapaz de verlo.
ResponderEliminarPero consuela saber que todavía queda gente dispuesta a ayudar al prójimo. Obviamente no podemos ayudarlos a todos, pero si cada uno de nosotros, los "ricos", echásemos una mano a otra persona, el resultado acabaría por notarse.
Buen post y buena historia. ;)
¡Muchas gracias Sñorita R&R!
ResponderEliminarMe alegro mucho de que te haya gustado mi historia, es totalmene cierta al menos según la recuerdo. No pretendo ir de héroe ni nada, solo que aquel día reaccioné así.
Me han un cuento sobre un tipo que va por la playa devolviendo al agua estrellas de mar que ha sido arrastradas fuera por la corriente, y de otro fulano que se ríe de él y le dice que "jamás podrá salvarlas a todas". Entonces el tipo humildemente devuelve otra estrella al agua y le contesta "al menos a esta le he cambiado la vida".
Supongo que es un poco esa historia :)
¡Hola! Vaya, realmente es una historia preciosa; no sé si por tonta o por humana termino dando la mitad de la cartera a los pobres... Usualmente termino perdiendo $20 al día en limosnas, pero yo digo que con justa razón, aquí el salario mínimo es de $67 algo así como 3.7€ al día.
ResponderEliminarMuy preciosa la historia, sobre todo porque me alegra saber que al menos estás tú y es menor la indiferencia.
Bueno mujer, no te llames tonta por ser solidaria :) ¿Puedo preguntarte de dónde eres? Por aquello del salario mínimo y la divisa. Da gusto saber que te he alegrado un ratito mientras leías. ¡Un saludo!
ResponderEliminarDicen que el que poco tiene es capaz de dártelo todo si lo necesitas, cosa que el que cree que tiene mucho no es capaz de hacer. Muy interesante e intensa historia, para pensar.
ResponderEliminarSaludos
Me alegro de que te haya gustado, es un recuerdo mío bastante íntimo. Íntimo, supongo, por el mal sabor de boca que pasé ese día y lo mal que me sentí conmigo mismo.
ResponderEliminar¡Un saludo!