sábado, 16 de junio de 2012

For the win!

Gozando de la libertad absoluta que le otorga mi ausencia, Tormentagedón ha instaurado una dictadura de terror ya no por mi salón, si no por toda mi casa.  Haciendo gala de mis recién adquiridas habilidades en el montaje de muebles suecos, comienzo los ejercicios de preparación física y espiritual a que debe someterse todo guerrero antes del ensamblaje.

Armado con un destornillador (y una voluntad inquebrantable), arremeto por fin contra la insidiosa caja. Tras horas de forcejeo ininterrumpido (salvo por la cervecita de rigor mientras me rasco la cabeza con un lapicero en la oreja), he logrado al fin montar una preciosa vitrina que, no entiendo muy bien como, ahora sólo pesa unos 6 kilos. Cuando metí la caja hubiera jurado que eran unos 700. Kilo arriba, kilo abajo.

¡Victoria! ¡Apoteosis!

2 comentarios:

  1. Los hombres de verdad construyen los muebles desde cero. Primero plantas la semillita, a los veinte años coges el hacha, el serrucho, limas... Es todo un proceso.

    Vamos a ver, ¿tienes ya la camisa de cuadros de franela de rigor? Sin eso es imposible hacer nada, que lo sepas.

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  2. Yo nunca fui un masculino hombre de verdad, todos lo saben. Y es que además tienes razón: sin camisa de franela no se puede poner uno en plan macho.

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Cada vez que te marchas sin dejar un comentario Dios mata un gatito. Piensa en ello.