El vagabundo en cuestión, que siempre me saluda porque me reconoce de tanto pasar por allí (me hace un graciosísimo saludo militar que a veces consigue que le dé una moneda), se encontraba sentado en el suelo junto con otro congénere hablando de cosas de mendigos. Se trataba de un sujeto alargado y excesivamente delgado, mucho más sucio y menos amigable.
Pues bien: desde ese día, el vagabundo entrañable no ha vuelto a pedir en esa esquina. Me encuentro, eso sí, con el sujeto hostil, alargado y delgadísimo pidiendo con la misma lata de latón, y ayudándose con la misma muleta para demostrarnos su cojera terminal.
Todo esto, naturalmente, hace que me plantee una cuestión: ¿Gana más un mendigo que finge una cojera que el español medio que simula trabajar, y es por eso que ha podido jubilarse antes de tiempo?
En realidad, después de pasarme el verano leyendo historias de Poirot, mi espíritu detectivesco clama por desvelar algún misterio, y por alguna razón una pregunta ronda una y otra vez en mi cerebro: ¿Quién es el que “organiza” a estos mendigos?
En la esquina de no me acuerdo y no se que calle, en Quito, bajando por el CC el bosque, había un mendigo que se diría que ya podría jubilarse, al comienzo era un tipo flaco y angurriento, luego pasó a tener silla de ruedas y con el tiempo de regordete pasó a ser gordo, gordo en serio. Ahi fue cuando dejamos de darle limosnas, y ahi fue cuyando me hice similar planteo al tuyo, quizá no se me ocurrió una conspiración mafiosa de por medio, pero si que el tipo aprovechaba de los que veníamos del centro comercial, contentos por haber gastado de más para refregarnos su pobreza y hacernos sentir lo suficientemente culpables como para darle un dolar o fracción. con el tiempo se enriqueció, o quizá solo engordó, pero parecía ya no necesitarolo tanto.
ResponderEliminarEso inspira otra interesante teoría de que es lo que inspira a los humanos naturalmente a dar "caridad" a los mendigos, tenemos que verlos pobres y flacos para enternecernos o depende de su ubicación geográfica.