sábado, 23 de mayo de 2009

Eran las 12:30 de esta mañana y yo sin saber que hacer. No debe haber nada mas horrible que sentir que estas perdiendo el tiempo un sabado, y por eso, y sin que sirva de precedente, decidí salir a dar un paseo, sin rumbo fijo. Y he aqui que mis pasos me llevaron hacia el metro de "Empalme". Había estado lloviendo la noche anterior, y como consecuencia las calles estaban llenas de charcos. Por eso mismo una persona normal tendría que caminar con cuidado para no mojarse, sin embargo, a mi no me importaba. Ahí me teneis, 22 años y pisando charcos como un niño cualquiera para divertirse. Pero no los pisaba por puro afán de diversion: no. Apesar de que cualquiera que lea esto me tiznará de loco, lo confieso: A veces ando mirando los adoquines y procurando no pisar ninguna linea. Y si no pisar ninguna linea significa meter el pié de lleno en un charco, no es mi culpa. las reglas son las reglas.

Caminaba, como decía, por las cercanías de "Empalme" cuando un niñato de unos 17 años que montaba un patinete me obligó a esquivarlo y a pisar las lineas de los adoquines. El niñato no sabía lo que acababa de hacer. Con el ceño fruncido y una actitud completamente despreocupada saqué mi pistola (no una de esas enormes de las películas americanas, sino una pequeña pistola con silenciador, al estilo de los sicarios como "León") y le disparé 4 tiros casi insonoros en la espalda. El niñato en cuestión cayó muerto inmediatamente, y yo me limité a observar como la sangre roja, muy roja, manaba de sus 4 pequeños agujeros. Le lancé la peor mirada de odio que pude, y proseguí con mi camino, esta vez ignorando las lineas de los adoquines. Tan solo deseaba que el niñato tropezara con un bordillo y perdiera todos sus dientes.